El Caballero Carlos en la lógica de su silogismo pictórico
Por. Antonio Correa Iglesias

 

“La realidad y la irrealidad están tan entremezcladas que apenas distingo lo sucedido,
el suceso actual y las infinitas posibilidades del suceder”
Carta a Eloisa
José Lezama Lima


Cuando David Dobel paseando junto a Jerry Falk por el Central Park en Nueva York le dice “Si alguien sale a escena en el Carnegie Hall y vomita, siempre habrá alguien que lo llame arte”. Hay en ello un sentido muy crítico y agudo entorno a lo que ha estado ocurriendo en los dominios del arte contemporáneo. Nunca imaginó Woody Allen que uno de los parlamentos ficcionales que constituyen “Anything else” tuviera que ver tanto con cierta realidad del arte cubano, o al menos, con el modo en que institucionalmente se ha manejado. En mis últimos textos he insistido mucho en ello y he desarrollado esta tesis al menos de forma mas extensa.

Sin embargo, hoy quiero referirme a un joven que promete y que como todo, esta aun en formación.

Quienes hemos tenido el privilegio de asistir al proceso de evolución y crecimiento de un artista como Carlos Caballero, no podemos dejar de experimentar una sensación de grata satisfacción. Y es que la pintura cubana mas contemporánea -y cuando digo más contemporánea me estoy refiriendo a esas promociones que van desde finales de los noventa hasta la primera década de los dos mil- ha ido rescatando para si una agudeza que ha sabido reinventarse en cada nueva serie, en cada nueva muestra, rompiendo el mimetismo serial y político en el que ha estado sumergida y enlodada aquella generación conocida como “de la esperanza cierta” y que hoy son “los maestros”.

Carlos Caballero es uno de esos jóvenes creadores que se inscribe con perfecto derecho dentro de esta nueva promoción de pintores cubanos que han apostado a la pintura como oficio, como indagación, como medio, como visualidad. Y es que esta nueva generación de pintores cubanos ha oxigenado una producción visual al tiempo que ha roto el monopolio de quienes han detentado este estandarte. Hay un elemento común en todo este grupo generacional y es la articulación en torno a formulaciones conceptuales como la temporalidad y lo efímero, tratando de rescatar en una maniobra, normativas profesionales a partir de una lógica orientada teóricamente.

Concretamente, en los últimos años la producción de Carlos Caballero ha sido francamente avasalladora. Lo más interesante es como ha destilado una comprensión de la pintura que se expresada en su estilo. Y es que Carlos Caballero parece un pintor mas europeo que cubano. A mi juicio es esta ambivalencia en los modos lo que cierra considerablemente toda su producción, haciendo suyo aquella máxima post-moderna donde la pluralidad expresada en lo paródico y en la apropiación irónica de la representaciones.

Al mismo tiempo, Carlos Caballero ha sabido destilar muchas de las problemáticas que le asisten a la pintura, un medio que por su propia permanencia, “comienza a vaciarse” pues se ha desbordado tras muchos siglos de reincidencia. Carlos Caballero ha asumido el reto de la negación de la pintura con la afirmación de la pintura. Por eso, esa primera serie “Persona” 2009-2010. Personas que me recuerdan a los dos Bergman, a Igmar y a Marshall con sus muy peculiares maneras de ver a las Personas, uno desde el cine, el otro desde el pensamiento filosófico y la crítica. Todos, unos y otros en tonos francamente limítrofes. La diferencia esta en que Carlos Caballero, cuyo esfuerzo técnico -muchas veces mejor resuelto con la fotografía- este resuelve desde la pintura, denotando un ejercicio riguroso que poco o nada tiene que ver con el trazo relamido.

En una época donde muy pocas personas pasan al menos cinco minutos frente a un cuadro producto de la propia instantaneidad de la imagen, en una época donde el “consumo de la pintura es cada vez menos” Carlos Caballero se aferra a este medio. Sus obras destilan una complicidad extraordinaria, al tiempo que redefine los modos de apropiación de ciertas formas canónicas en la historia del arte, homenajeando, parodiando o sencillamente eludiendo la ríspida complacencia de la parábola.

Sus “personajes” no reclaman protagonismos, están sumidos en un universo propio al cual nosotros no tenemos acceso. Ellos ni tan siquiera se percatan de que estamos ahí, patéticos espectadores tratando de descifrar lo que para ellos es pura sobrenaturaleza.¿Teatralizacion de la pintura? Quizás, no se, pero es una tesis a considerar en una próxima reseña, dado el carácter que se avista en su paródica composición que tanto me recuerda la obra de Mark Tansey en los teatralidad monocromática y la incorporación de una gama de signos que no son meros elementos “decorativos”.

Lo importante en cualquiera de los casos es como el juego ególatra -canon dominante en el arte occidental- en Carlos Caballero se licúa, se desintegra y da paso a una sensibilidad del instante, una sensibilidad que inunda su pintura con pasajes “aparentemente cotidianos”, donde la ironía y la parodia esta doblemente codificando una “transgresión” estética y política.

Por eso, las experiencias desde el silencio, desde la convergencia, desde lo hedónico y, contradictoriamente desde lo ataráctico, las experiencias de la huida, del escape del espacio de auto-decepción a un espacio figurativo, virtual, al espacio onírico de la posibilidad infinita son solo algunas de las claves para entender la producción visual de Carlos Caballero.

Suspendido en la distancia, en la incestuosa voracidad de las nacionalidades, el discurso pictórico y narratológico de Carlos Caballero -espero equivocarme- tiene muy poco que ver con lo cubano, al menos, con lo cubano en el sentido tradicional del término. Esto lo internacionaliza, lo coloca en un nivel de diálogo y confluencia que burla las máscaras de los estereotipos, al tiempo que vivifica una producción asqueada de cocoteros y recursos políticos al estilo de los mas empalagosos crepúsculos marinos.

Carlos Caballero ha venido a inundarnos con la gracia de su oficio, con la mano ejercitada y lúdica de quien descubre un detalle, un sabor, un plano, una gama de extensos recorridos. Carlos Caballero un hombre de Studio desovilla, despereza, decapita a los tentáculos de las provocaciones ajenas al medio para ganar la permanencia de sus primeros reconocimientos.

Miami-Florida
2013-10-12